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DIA SEXTO. 217 sias, y los vehementes deseos en que debes prorrum- ir ántes de comerle: tienes en fin la destruccion de la idolatría y demas desórdenes del hombre viejo, pa- ra sentarte en este magnífico y abundante convite ves- tido de la gala del nuevo Adan , que es criado segun Dios en justicia y santidad, para no ser arrojado á las tinieblas exteriores por hallarte sin la ropa nupcial. ¡Ó con quánta razon clamaba el grande Apóstol San Pablo: pruébese el hombre á sí mismo , y despues co- ma de aquel pan , y beba de aquel cáliz! Entienda el hombre que el que come y bebe indignamente el cuer- po y sangre, come y bebe su juicio y condenacion. ¡Palabras dignas de la mas profunda consideracion, y que deben extremecernos! Este manjar Divino es vida para los buenos y muerte para los malos. En la no- che. de su misma institucion lo comió Judas, y mu- rió eternamente. No porque comió cosa mala, sino porque él era malo, y comió con malas disposiciones una cosa buena. El que come este pan, vive «eterna- mente , dice el Señor: el que come este pan con fe viva de la existencia de Dios. en el Sacramento , y di- ce como el Centurion : Señor, yo no soy digno de que Vos entreis en mi casa: el que le come con una es- peranza cierta de ser socorrido en sus necesidades , co= mo el mismo Centurion quando añadió: habla , Señor, y espero sin dudar que mi criado sanará: el que le recibe con un amor entrañable, con una caridad ar- diente, como la de David quando decia: ¿qué tengo yo en el Cielo, ni qué cosa hay en la tierra que arrastre mis deseos? Ninguna. Unicamente es el Dios de mi co- razon , el que será mi tesoro eternamente. El que come con humildad , y dice con Santa Isabel: ¿de dónde 4 mí que venga á visitarme mi Señor? El que le re- cibe con reverencia y temor, acercándose descalzo como Moyses sin apego criminal á las cosas de la ticr- ra. El que le come anegado en ardientes suspiros , lá- grimas tiernas y afectos fervorosos , como Job quan= Ee Je 7 JS A A

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