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Dra QUINTO. 193 mo desde un elevado monte, el fin de lós imperios, el trastorno de los: reynos, la elevacion y ruina de las familias, y nada la intimidan ni perturban los terre- motos , las inundaciones, los rayos, las iras y enojos de los hombres, ni la persecucion y rabia de los de- monios. Al abrigo de la proteccion del Omnipotente, sin cuya voluntad sabe que no se mueven ni aun las débiles hojas de los árboles , vé serenamente pasar sin perjuicio suyo los peligros en el mar, en la tierra, en la abundancia ,- en la penuria, en la salud, en la en- fermedad , en la vida y en la muerte... ¡ Ay, Señoras! si acabárais de comprehender estas sublimes verda- des, ¡quánto seria vuestro agradecimiento para con Dios nuestro Señor, por las ventajas que os proporcio- na vuestro estado! ¡ quánta vuestra fidelidad á las obli- gaciones que os prescribe vuestro estado! ¡quánto vues- tro temor al considerar vuestro corto agradecimiento á un beneficio tan estupendo, y vuestra tibia cor- respondencia á unas obligaciones tan sagradas! Tem- blemos , venerables Religiosas , al considerar que al que mucho se le ha dado, de mucho ha de responder, si no quisiere ser alcanzado enormemente en sus cuen- tas; y pues sois tan privilegiadas delante de Dios, so- bre tantas personas del mundo que gimen sumergidas en los peligros de perderse , aprovechaos de la: facili2 dad, gue os presenta vuestro estado, de practicar las virtudes , que con tanta dificultad pueden practicarse en el mundo. Esta es cabalmente la segunda ventaja del estado religioso. Segunda. La razon natural nos enseña , venerables Religio- sas, la existencia de un Dios en todo perfecto, á quien debemos-obedecer en sus preceptos, temer en sus ame- Nazas , esperar en sus recompensas , y adorar en espí- ritu y verdad. La fe divina elevando estos conocimien- Bb
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