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DIA QUARTO. 139 ximos, á la Iglesia y al estado. Concedednos esta gra- cia por la intercesion de María Santísima, con cuyo So- berano patrocinio procuraré demostrar el pavoroso asun- to.que acabo de proponer. Verdad terrible, venerables Religiosas, verdad es- pantosa y formidable; pero verdad en que no cabe, ni tergiversacion ni duda: que una Religiosa ,se halla en estado de perdicion quando habitualmente quebranta sus constituciones. Mas no equivoqueis , Señoras, esta grande y pavorosa verdad. No hablo de aquellas faltas y transgresiones que tal qual vez comete una Religiosa: faltas en que nos precipitan alguna prontitud repentina de nuestro genio mal domado , no se qué mal exemplo que vimos, ú oimos en otros , varias inadvertencias en que no reflexionamos , y otros defectos en que casi sin conocimiento cae la Religiosa mas perfecta: no hablo de estas inobservancias ¡Ó faltas que se reconocen y detestan apenas se reflexionan. Todos somos pecadores por orígen, y todos somos pecadores por nuestra per- versa inclinacion al mal, desde nuestros primeros, años; ln multis offendimus omnes (a). ¡Infelices de nosotros si tal clase de defectos nos constituyera en el estado de perdicion de que vamos á tratar! Nono mundus d corde. ¿Y quién hay por muy exácto que sea en la regular ob- servancia, que pueda asegurar que jamás traspasó un tilde ni una jota de sus constituciones + Pero así como no puede llamarse relajada una comunidad, aunque se en- cuentren en ella algunos defectos , quando se ve que el prelado los-reprehende, los corrije y los castiga: quan- do. Jos subditos reconocidos se enmiendan, ó quando por, temor de la pena los delinqiientes se ocultan; sino quando con insolencia rompiendo el freno al pudor y á la subordinacion , no hacen caso del prelado , ni ob- servan sus leyes , mi admiten el remedio de su mal, y viven sin obediencia, sin pobreza evangélica, sin silen- (a) Jacob. 3. v. 2, S2

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