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Exercicios ESPIRITUALES, MEDITACION SEGUNDA Como la cruz de Jesuchristo enciende nuestras almas en su amor. MVousives alma mia, 4 colocarte con la considera- cion en el Calvario, y levantando tus -ojos á la santa erúz , mira atentamente lo que descubres en ella. La razon y los sentidos me hacen ver á un hombre justo, hermoso, sábio, veraz, laborioso, benéfico, que á todos ha hecho bien y á nadie mal, ajusticiado injustamen- te, sin formalidad de proceso, sin conformidad de testigos , sin confesion del reo , mi convencimiento ju rídico; «y la fe divina, aquella luz sobrenatural dada á mi alma , me enseña que aquel hombre es Dios é hijo de Dios, que por un amor incomprehensible para con el hombre baxó de los Cielos á la «tierra para hacerse , hombre, para padecer por el hombre, para morir: por el hombre. ¡Ó vista de soberana virtud! ¡O Dios amo- % rosisimo , y puro fuego de amor! ahora veo con quán- ta verdad has dicho en tu Evangelio: fuego vine á ner en la tierra, ¿y qué quiero sino que arda? ¡Ó dulce fuego , arda en tí mi corazon! ¡O preciosa llama, que así enciendes las almas mas eladas que la nieve , y las derrites en ardientes y afectuosas lágrimas de amor! Esta es la cáusa de tu venida: traer este fuego desde el Cielo ¿ y llenar el mundo de amor , como lo dice el Profeta: visitaste la tierra , y embriagástela de amor. ¡Ó amantísimo, suavísimo , hermosísimo y clementí- simo Señor! embriaga nuestros corazones con ese vi- no: abrásalos cón ese fuego, y-hiérelos con esa saeta de tu amor. ¡Oh, si yo pudiera dar una voz que se oyera en todo el mundo , para decir á los hombres que mi alma está enferma de amor! Vine á tí para curarme , y me has herido: vine para que me enseña- ses á vivir con las lecciones de vida eterna que das se
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