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Dra sÉrTIMO. gr convencidos de esta verdad, procuremos demostrar= la, haciendo ver que sin la ciencia no podemos cum» plir nuestras obligaciones sacerdotales. Vos , Dios mio, que iluminais á todo hombre que viene á este mundo , dándole el conocimiento de vuestro Ser eterno y adorable con la ciencia de la sa- lud , dignaos comunicárnosla por los méritos de Je- suchristo vuestro hijo, y la intercesion y ruegos de su madre María Santísima, para que os creamos, co- nozcamos, amemos y obedezcamos con todo el cora- zon y sus deseos, con toda el alma y sus potencias, «y con toda la voluntad y sus fuerzas. Fiado yo en los auxilios de vuestra gracia, voy á demostrar bre- vemente el asunto que acabo de proponer. Para no hacernos interminables hablando de todas las obligaciones del estado sacerdotal, cu yo cumpli- miento dificulta , impide y aun imposibilita la igno- rancia , no haremos mencion sino de unas pocas , y por ellas se podrá fácilmente venir en conocimiento de lo que acontece en órden á las demas. Reduzca- mos la qiiestion, como suele decirse , 4 los menores términos, y ciñámonos precisamente á lo que manda el santo Concilio de Trento 4 todos los Sacerdotes. Dice pues, que estan destinados ad populum docendum ea, que scire omnibus necessarium est ad salutem, ac Ma