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Dra DECIMO. 303 Pablo , y llegan virtuosamente á un fin dichoso: á unos llama Dios á penitencia , les admite sus lá gri- mas, y concede un verdadero dolor sobrenatural, co- mo á David , San Pedro y la Magdalena : en otros ni estima sus lágrimas, ni admite su arrepentimiemto, ni los llama á verdadera penitencia ; así sucedió á Saúl, Esaú y Antioco. Quis cognovit sensum Domini, aut quis consiliarius ejus Fuit ? ¿ Quién ha sido el consejero de Dios , decia San Pablo , para que forme estos decre- tos incomprehensibles? ¡Ay, señores! El cielo no es del que le quiere, ni del que corre por alcanzarle, si- no de aquel de quien Diós se compadece y tiene mi- sericordia , dice el mismo Santo Apóstol. No nos su- merjamos atrevidamente en el abismo insondable de estos juicios del Señor: venerémoslos, adorémoslos, té- mámoslos, y hablemos solo deaqueljuicio que la fe nos enseña que ha de haber inmediatamente despues de la muerte de cada uno, cuya memoria llenará de espan- tosísima turbacion al Sacerdote vicioso en el último momento de su vida. Consideradle como un reo al pie del trono del omnipotente Dios, atormentada el alma con tristes recuerdos de las culpas de que le va á pe- dir razon el Juez eterno. Todo se le ha pasado ya como la sombra: riquezas, dignidades, placeres impu- ros, banquetes, juegos, todo desapareció, ménoslaobli= gacion de dar cuenta á Dios de sus sentidos y poten- Tom. IT, Ddd

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