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DIA - OCTAVO. 219 para el debido cumplimiento de las funciones de su sagrado ministerio. Por ahora nos bastará abrir por un momento los santos libros, para conocer quanto se nos recomienda y encarga. Bienaventurado el hom» bre que halló la sabiduría, dice Dios en los Prover= bios (1). Ella es mejor que-las riquezas mas preciosas, y lo mas descable y apetecible del mundo no se la puede comparar. Todo el- oró es como un poco, de despreciable arena, y la plata no es mas que un poco de lodo en su presencia. Con la sabiduría conoce el hombre la existencia y perfecciones de su Dios, los preceptos que le intima , las dificultades que sus pro- pias pasiones le presentan, las tentaciones con que el demonio le combate, y los peligros con que el mundo le rodea, Un confesor sin sabiduría es como uña nave en medio de los mares sin timon que la gobierne, sia piloto que la dirija , y hecha el juguete de los vientos y las olas. Un confesor ignorante es un ciego , que tomando con imprudente temeridad la direccion de otros ciegos , como efectivamente lo son los pecadores, los precipita en el foso del abis- mo , cayendo el mismo. con ellos, -¿Quién puede du- dar, venerablesSacerdotes, que un confesor sin cien- cia no puede administrar debidamente el Sacramento (1). Beatus homo, qui invenit sapientiam. Prov. e, LL Y 13» Ee2
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