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Dra ocTavo. 217 mento de la Penitencia, y que le dicen: ¿quién es aquel Sacerdote fiel y prudente á quien pueda cons- tituirle sobre las almas, para que las suministre le- gítimamente el alimento y la virtud de mi sangre, en el tiempo oportuno de la confesion? ¡O quánto debemos temer la perdicion eterna de los que Dios nos envia al confesonario, si con. nuestros impru- .dentes arrebatos , con nuestras expresiones duras, con nuestros modales toscos y groseros, aterramos la natural timidez de unos, y callan avergonzados sus miserias; Ó irritamos la condicion colérica de otros, y se entregan á la desesperacion! ¡O quánto de esto hallamos freqiientemente por los pueblos! Pru» dencia , venerables confesores, prudencia muy parti- cularmente al empezar las confesiones. Descubramos primero todo el terreno; oigamos:con una paciencia inalterable todo el asunto: procuremos que arrojen todo el veneno de la culpa que oprimia su corazon; y despues proporcionemos enhorabuena su remedio, Con toda la entereza y fuerza que pida la prudencia, si la causa así lo exige; ó tratemos con suavidad y blandura de curar las llagas con la caridad que nos prescribe el Evangelio, De lo contrario,-vivamos fir- memente persuadidos á que en vez de apróvechar perjudicarémos á las almas, y nos harémos reos de su perdicion en el tribunal del Omnipotente: Estote ¡tas Tom. UH. Ee z

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