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Dra OCTAVO. 1>> pias de la sangrede vosotros, porque no huí de anun= ciaros la divina palabra (1). ¿No veis, señores, como el predicador se pierde, y se condena con los oyen= tes, si no les anuncia el Evangelio? ¿Si no instruye á los ignorantes? ¿Si no corrige 4 los pecadores? Sin du- da alguna, dice San Isidoro Arzobispo de Sevilla: Pro populorum iniquitate damnantur , si eos , aut ignoran= tes non erudiant , aut peccantes non arguant (2). ¡Dios inmortal! ¿Cómo al oir unas sentencias tan tremendas, no salimos dando voces por esas calles? ¿Cómo no levantamos la voz en esos templos? ¿Cómo teniendo 4 nuestro cargo el mirar por la hon- ra y glorja de Dios, enmudecemos viéndola ultraja- da , ofendida y menospreciada? ¿Cómo dexamos dor. mir profundamente al pecador sobre el bordedel pre- cipicio 4 que le conduxeron sus desórdenes , sin des- pertarle con nuestras voces para apartarle del peli- gro? ¿Cómo no empleamos nuestros estudios, nues- tras yoces, nuestra lengua y nuestro corazon, en cla» mar contra los vicios, é intimar la penitencia á los pecadores , para que todos guardemos la santa é in- maculada ley del Señor? ¿Nos salvarémos sin el cum- (1) Quapropter contestor vos hodierna die, quia mundus sum d sanguine omnium. Non enim subterfugí , nuntiarem omne consilium Dei vobis. Act qué MINUS AH . Ápost .C.xx . v.26, €t 27 (2) Sanct. Ísid. lib. 111. de summo bono C. XL Y Tom, 11, Z

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