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DIA SÉPTIMO: 123 Todo el mundo abrazaria con prontitud aquella re- ligion que diese licencia para entrar en el cielo si» guiendo las máximas del. mundo.,: y. el .desórden de las pasiones. Ninguna repugnancia tendria en; creen quanto otro me dice, si me diera licencia de obrar quanto yo quiero. Pero no, no es así. Antes la mis- ma fe me enseña que es Jesuchristo el único módelo de los predestinados, y que nadie se salvará sin con- formarse con él, sin caminar por sus mismos pasos, sin tener los mismos sentimientos, sin amar lo que él amó, y sin aborrecer todo lo que él aborreció. ¡Tristes de nosotros, pues tan pocas copias vemos de tan divino exemplar! Y si esto se verifica respec- to del comun de los christianos, ¿tendremos algun consuelo en pensar que entre los Sacerdotes son mas los que se salvan que los que se condenan? ¡ Ay qué horror ! Los Santos Padres, aquellas columnas de la Iglesia , aquellos hombres llenos del espíritu de Dios, afirman á una voz que es menor el número de los Sacerdotes que se salvan. ¿Pero qué necesitamos mas testimonio que el de nuestra conciencia ? Ella nos convence de que si Dios nos llama ahora 4 juicio nos condenamos. ¿Pues qué hacemos, almas? ¿Cómo no clamamos? ¿Cómo no pedimos misericordia? ¿Cómo no entablamos una vida penitente, austera, irreprehensible ? ¿Una vida digna de unos ministros Q a

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