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De La ETERNIDAD. 113 provincias de mi reyno, paraque entiendan las muge- res la subordinación que han de tener á sus ma- ridos : Egrediatur edictum::: nequaquam ultra Vastbi ingrediatur ad regem. Gran Rey Asuero, podriamos decirle, suspended ua poco la execucion de ese rigu- roso decreto: Nequaquam. Nada hay que esperar. Per- mitid , Señor, que demos primero aviso 4 la desgra- ciada Reyna, para que reconociendo su desobediencia, venga á postrarse á vuestros pies , y os pida useis con ella de misericordia : Neguaquam ingrediatur : no se vuelva jamas á poner en mi presencia: otra que sea mejor que ella recibirá el reyno y la corona que ha per- O. Mirad , Señor, sus lágrimas, escuchad sus gemi.- be “acordaos e tantos favores como la teneis hechos, del g > la ps e dosáinocentes piel con. | rtials, y de la amable com- pañía que con suPe hermosura o s habia hecho tantos años: Nequaquam: todo eso Árrlca 1mas mi pel ticia. Ha olvidado mis beneficios, ha desestimado mi amor, y ha ultrajado mi soberanía. No hay remedio, el decreto está pronunciado, su efecto es infalible, su contenido ips rosable : Es o ingrediatur ad re» 0] e”po Triste exemplo, carísimos oyentes ¿ que n:os advier- te el destino de todos los pecadores , que llamados por el Rey inmortal de los siglos Christo Jesus, rehusan obedecerle , rehusan observar su santa y divina ley, y hacer frutos dignos de penitencia. Corramos al divi- no y tremendo tribunal de Jesuchristo , y veamos lo que allí pasa con ellos. Llega un rencoroso, un hom= bre, una muger, que han vivido enemistados con su próximo , llenos de ódio y de mala voluntad para con sus mismos padres y hermanos , llenos de malos deseos, de malas palabras y malas obras : ¿qué escuchan? El decreto de su irrevocable condenacion : Egrediatur TOM. Il. P

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