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vi PRÓLOGO. cacion al estudio, en la preparacion á sus sermones y doc- trinas , en la asistencia al confesonario, y en el trato con los huéspedes y con los que le visitan y tratan. Bien conocia esta verdad el.célebre Padre Calatayud que escribió un tomo bastante abultado sobre el método de misionar , agotando al parecer quanto puede apete- cerse en el asunto. No la ignoraban tampoco el llus- trísimo prelado y. fervoroso misionero Bertran , Obispo de Salamanca é Inquisidor general, ni el apostólico Padre Sevilla , capuchino, pues uno y otro nos dexáron , aun- que en pequeño volúmen, excelentes reglas para que los misioneros llenasen dignamente sus obligaciones. Yo lo he experimentado tambien , sin embargo de que los veinte y seis años que he empleado en el santo-exercicio de las misiones, no merezcan nombrarse siquiera á la presencia de los tres grandes hombres que acabo de referir. Pero eS sabiamente lo qee 200 Piccnicnss Públicas »e - debe omitir, y en los tiempos presentes se miran con risa y con desprecio todas aquellas ruíidosas penitencias públicas de a y de lo que contiene el grueso tomo del mencionado Padre Calatayud , que en su tiempo sin duda se consideraba como preciso para evitar la confusion, y mantener el buen órden.; Por la misma causa no' he seguido el sistema de los otros dos «tan venerables y zelosos misioneros , y me he reducido á formar en latin para mi único gobierno el siguiente. método , tan breve como sencillo , pero que bién observado me parece bastante para que el misionero disciplinantes, he pen= sado no tener necesidad de valerme-de la mayor parte qe

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