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78 SERMON IV. tante : reflex1onad conmigo en esta tarde lo que acaso 0 importará una eternida~. El estado de una alma e 11 pe~ cado mortal , es un estado funesto y formidable. ¿Por qué?. Oidlo en dos palabras , que hacen todo el fondo de ·este sermon, Por la naturaleza de los bienes de que el pecado nos priva , y por la qnalidad de los males que nos cau. sa. El recado_ mortal nos priva de la justicia original , de la gracia santificante , de la gloria eterna ; y de nuestro amantísimo Dios:: lo vereis en la primera parte. El peca. do mo:tal nos daifa en la ;ida , nos daña en la muerte, y nos dana por toda la etermdad : lo escuchareis en la se– gunda parte. Estadme atentos. PRI.l\{ERi PARTE. _ No ~uisiera , christianos mios , que entendiérais qua11, do he dicho ser un estado funesto y formidable r-el estado de una- alma en pecado mortal por la naturaleza de los. b!en~s de que nos priva : no quisiera ' digo ' que enten– diéra1s hablaba yo de los bienes temporales q_ue forman· fa'. en.gañosa felicid~d de los mundanos. De aquellos bienes que D10~ por .unos mescrutables juicios de su adorable pro~i– dencia , dispensa sobre los justos é injustos , sobre los pe-' cadore~ y _los santos, No hablo de las riqu~zas , hennosu.; · ras , ciencias , salud , honra , ni otros dones naturales que perseveran muchas veces en las gentes despues de repeti– dísimas ofensas del S_eñor. Los bienes de que yo hablo· son de mí órden superior , de un 'carácter muy sobresa..: liente , de una natui:-aleza muy soberana. 'Son unos bienes– en su _excele1~cia divinos ,· en su duracion perpetuos., en su mu1titud infinitos. Son unos bienes espirituales , inestima- . bles y sobre exc.elentes. Son , pues , la justicia original la gracia santifica\ie, la gloria etem;J-, y nuestro inmen~ DEL PECADO MORTAI.. 79 50 Dios. Sí señores : ya lo he_dicho que os hablo de la justicia original con que el primer hombre se halla?ª a~or-+ 11 ado. De aquella justicia que le dotaba .con una mfimdad de perfecciones , haciéndole duéño absoluto de sus pasio~ nes , y de los movimientos de su corazon ; incapaz de do· lor y de la dura necesidad de morir: que le daba supe– rioridad sobre todas las aves, peces , animales , fieras, plan– tas , flores y frutos : que le hermáseaba con la -posesÍon de todas las ciencias , artes y facultades ; y que en el cuer– po y en el alma le hacia el mas agradable objeto de los cariños de Dios , baxo cuyas dulces y suaves leyes vivía. Os hablo de la gracia santificante , de aquel hábito so.. brenatural , infuso en nuestras almas , que nos hace pu– ros , hermosos , santos , amigos de Dios, herederos de su gloria, y amados hijos suyos. De aquella luz r~splande– ciente divinamente dada á nuestras almas , con que se ilu~ n1inan los corazones , se excitan los afectos santos , se practican obras heróycas , se cree con firmeza , se espe.; ra con seguridad , se ama con intension , se teme sin sus– to, y se alegra sin exceso. De aquella participacion de la naturaleza divina , con que nos hacemos invencibles , in– expugnables , y mas firmes que los diamai1tes contra to~ das las potestades terrenas y diabólicas. De aquella gr~– cia que es principio de la justificacion , fuente de las . buenas obras , orígen de los méritos , y prenda segura de la bienaventuranza. Os hablo de los bienes de la gloria. ¿Pero qué podré yo ·deciros de los bienes de aquella J ern~alen celestial? ¿Qné podré yo deciros de sus murallas de diamantes ' de sus puertas de esmeraldas , de sus calles de plata , de sus plazas de oro bruñido , mas resplandecietlte y terso que el cristal , de sus palacios magníficos ~ de sus jardines ame.;
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