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AS a A E PA AAA E 348 SermoN. XIV. tros la sumisión del entendimiento , la sujecion de la' razon humana en obsequio de la autoridad divina, que por la Iglesia nos habla : de otra suerte quedaria el curioso escu- driñador de la Magestad suprema , oprimido de su gloria: Serutator Majestatis opprimetur a- gloria (a). Porque la fe nos enseña unos misterios que infinitamente superan nuestros alcances: la existencia de un Sér eterno que coexís- te á todos los tiempos: de un Sér invisible que todo le ve: de un Sér incomprehensible que todo lo comprehende; una divina Esencia en que se halla una verdadera Trinidad de Personas, que siendo cada una verdadero Dios , repug- na sin embargo la existencia de tres dioses: una union admirable entre la humana y divina naturaleza en un su= puesto solo : la resurrección de una carne convertida en polvo , comida de gusanos, de aves, peces y animales: una duracion eterna de bienes, y una infinita muchedum- bre de eternos males. Estos y otros profundísimos misterios, que como poco ha diximos con san Bernardo, trascienden los límites de la razon humana , los términos de la expe- riencia, y el uso y fuerzas de la naturaleza: nos los enseña la fe , y nosotros creemos todo esto, porque Dios lo dice, aunque el entendimiento no lo alcance; pero si llevados 5 TA OA y pa ps E pe | ES de una detestable curiosidad queremos penetrarlos , ave= riguarlos , comprehenderlos , ¡ay Dios! luego caemos las- timosamente en la incredulidad , en la supersticion y en la heregía. Sí, señores: caemos en la incredulidad negan- do lo que no vemos, en la supersticion valiéndonos de medios ilícitos para averiguar lo que no entendemos ;: y en la heregía dudando las verdades eternas, ó negando algun misterio, que no concebimos: Curiositas invenis ha- (a) Prov. e. xxv. v. 27.

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