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PR, ca IS E E. de pS EN 2 á 36 SermoN XI. que le enseñaba 4 huir el mal y obrar el bien: y á tí, in- feliz muger , que hiciste tantas maldades para acabar' con esa pobre criatura que tenias en tu seno: á tí, bárbara y cruel , que efectivamente le quitaste la vida, porque no se supiera ta desliz, ¿de qué os ha servido la razon? Un gentil no ofende 4 Dios por un reyno entero; ¿y tú por una nada vendes tu honor y tu alma? Un gentil no co- mete un pecado por un reyno entero; ¿y tú juras, mal- dices , blasfemas , y te abrazas con el infierno por no res- tituir lo que injustamente posees? ¡O ceguedad del entendimiento humano! ¡O lumbre de la razon ! ¿en dónde estás? Tan apagada se halla en tí como tu fe. Con esta se conoce á Dios sin comparacion alguna mucho mas que con la razon natural. La fe es aquella virtud sobrematural que nos infundiéron graciosa mente en el santo bautismo, para que con ella nos em- pleasemos en conocer el sumo bien , que es el fin para que Dios nos crió: Elévanse con ella nuestros entendimientos 4 la clase de sobrenaturales , y corroborados de las divinas escrituras y tradiciones santas , llegamos de un modo ma- ravilloso 4. conocer que Dios es un sér eterno , infinito, inmenso , omnipotente , incomparable , divino y soberano: un sér fuerte , independiente , principio de todos los seres: un sér trino en personas, y uno en esencia : un sér por quien subsiste toda esta hermosa máquina del orbe: un sér infinitamente bueno, sabio, justo y misericordioso, en quien vivimos , nos movemos y somos, y que dará á cada uno de los mortales el premio ó castigo eterno, Co- mo lo mereciesen sus obras. Armados de esta fe, y ocupados continuamente en su fin de conocer á Dios, se hiciéron los santos invencibles contra todos los poderes del mundo , del demonio y de la carne: alegrábanse y regoci-