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300 SermoN XIL de penas por la grandeza del ministerio, y la terribilidad de la cuenta que han de dar de las almas que se les encomendá- ron. Pregunta á los principes, á los reyes y á los emperadores; ¿si viven contentos con su suerte , si lográron el fin de su crea: cion? Y oirás que unos suspiran' por la quietud y vida pací- fica de los pobres : otros por el silencio y seguridad de los claustros; y que casi todos se quejan abrumados del peso de los negocios. ¿Qué es esto? No hallarse nadie en su :fin. ,:no hallarse en su centro y y vivir todos en un estado de violencia, aun quando posean los mayores bienes de Ja tierra. Sed vosotros mismos testigos de esta verdad. Aquel natu- ral instinto , que os: hace suspirar por vuestra verdadera feli- cidad, ¿no os está siempre acordando, aun entre el mayor bu- llicio de vuestros desórdenes , que no estais para: otra cosa en el mundo , sino para procurar la felicidad eterna del cielo? Aquel interior consejero del remordimiento de vuestra con- ciencia, que jamas se aquieta ni sosiega , ¿no os dice bien claro, que es en vano buscar vuestro fin en este mundo? El temor del infierno y de los terribles ¡juicios de Dios , que á pesar vuestro se hizo sentir de vosotros en medio de aquel honroso puesto á que ascendisteis , de aquella impureza á que os abandonasteis, y de aquella venganza que concebisteis', ¿no es una voz bien sonora, que:os está predicando continuamente, que no estais en el mundo sino para la felicidad eterna? Sin du- da alguna. Quedemos pues en:esto, amados mios : que todas las cosas de la tierra , usando bien de ellas , no tiener, ni de- ben: tener otro carácter que el de puros medios para conseguir nuestro fin. Sí, señores. No estamos en el mundo precisamen- te para conseguir aquel empleo , para subir á aquella digni- dad, para entregarse á las diversiones del siglo, para dexarse arrastrar de los deleytes de la carne , ni para adquirir fama por algun medio que no sea el de la virtud.: No: hemossido

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