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226 SermoN IX. mérito , y elevarnos al mas alto grado de santidad. Dixe tambien, que los verdaderos devotos no solo ha- cian su mérito para con Dios, cumpliendo exáctamente con sus obligaciones , simo que tambien hallaban en esto su mismo placer y gusto. No ignoro que el evangelio nos intima una mortificacion continua; pero tambien sé que hay una cierta quietud de alma , un cierto gusto inte- rior que comunica. la verdadera devoción, y nos le ha- ce hallar en la práctica y cumplimiento de nuestras obli: gaciones. Porque , piense como quisiere la libertad y el desórden , siempre es de suma utilidad el cumplir con su obligacion; porque haciéndolo así, aunque se tuerzan las cosas , aunque los sucesos no correspondan , aunque to» do se trastorne , siempre le queda á una alma - piadosa y recta este grande consuelo y firme apoyo: hize lo que debía , cumplí con mi obligacion. Que se conjuren todos contra. mí, que se imaginen ofendidas muchas personas, que se burlen y rian del mal suceso de está ó. la otra dependencia , siempre queda en el corazon este consuelo y alegría : cumplí con mi obligacion , hizé en este par> ticular lo que debia hacer. Bástale á un hombre de bien este pensamiento para asegurarle contra todos- los -discur- sos y calumnias, y contra todas las desgracias que le ¿su- cedan ; porque por triste y desagradable que. sea lo: que le suceda , se vuelve siempre á esta ¡grande y admirable máxima , que jamas se aparta de su memoria ,:y que le da una, constancia incontrastable: yo he hecho lo. que es de «mi. obligacion, Y si sale bien: lo-que ha emprendido, tiene tanto mas puro. y sensible placer, quanto sabe que no ba Jogrado la empresa sino por medios honestós , y cumpliendo con su obligacion. . ¡Qué placer: mas puro! ¡Qué ¿legría mas digna de una alma. racional!

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