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€ E a ae SoBreE LA DEvOCION , Kc. 225 de halle las cosas sin arreglo, y á su marido desazonado é inquieto con su tardanza: ¿quién no dirá que falta á su obligacion, y que su concurrencia á las novenas es un delito? Que: un artesano pierda su jornal por estar oyen- do misas toda la mañana, viva el resto del dia ocioso» y se queden sin alimento su muger y su familia: ¿quién no se persuadirá que es un hombre iluso y engañado con su falsa devocion? ¿Qué diriamos de un comerciante que tuviese sus cuentas sin ajustar, sus compras y ventas sin arreglar, y sus libros de caxa embrollados , llenos de con- fusion y desórden , por estarse largas horas en la iglesia? ¿Qué pensariamos de un juez, de un abogado ú otro hombre de negocios , que por asistir á todos los sermones, á los exercicios y al rosario, retardase el despacho de las causas , eternizase los procesos, perjudicase á los litigan- tes con tan pésimas dilaciones, dexando las escrituras sin firmar , los pedimentos sin presentar , las citaciones sin ha- cer, y al fin pronunciase una sentencia precipitada y sin conocimiento exácto de la parte donde se hallaban la ver- dad y la justicia: qué diriamos, repito, de un hombre de este carácter? Qué habiamos de decir, ni qué habia- mos de pensar, sino que este, aquel y los otros que he- mos nombrado poco ha , faltaban enormemente al cumpli- miento de su obligacion, á la sombra de una devocion fantástica y mal entendida. Es pues una regla excelente, amados mios : juzgar de muestra devocion por nuestra obligacion , y establecer «nuestra devoción sobre el cum- plimiento exácto de nuestra obligacion. Regla segura, regla general , y que comprehende todas las perso- nas del mundo. Poda otra devocion sin esta idea no es mas que una devocion imaginaria; y esta sola sin depen- dencia de las demas, puede hacernos adquirir el mayor TOM. 11. FÍ E a TÍA ERAS yy

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