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| 4 | E | UN pu 160 Sermon VI, pecado para el murmurador , y para los que gustosamente le escuchan , le aplauden y le propagan! ¿Lo será ménos para el triste objeto de la murmuracion? Ahora lo veremos breve- mente. 3. Es preciso convenir, en que, lo que forma el mas dulce y amable vínculo de la sociedad, es aquella buena opinion que tienen los hombres unos de otros , y cuya conservacion nos encarga el Espíritu santo , quando nos dice: Curáam habe de bono nowine (a) cuida de tu reputacion y de tu buen nombre. De aquí nacen los sentimientos de confianza , las franquezas de corazon , las comunicaciones mas íntimas , la inclinacion á fa= vorecerse mútuamente. Nada hay ciertamente fuera de esto recomendable en la persona , ni las riquezas , ni la nobleza, ni la misma vida ,solamente la buena opinion hace al hom- bre presentarse en todas partes como un hombre de bien, co- mo un ciudadano honrado , como un christiano irreprehensi- ble. Quitad el buen nombre de un comerciante , de un juez, de un primer «ministro , de un sacerdote , de un religioso; ¡Ó qué espectáculo tan triste! Ya: no se descubre en todos ellos mas carácter que el de unos hombres despreciables y dignos de toda abominacion. Ved esta grande verdad en lo que le sucedió al santo rey David. Este grande hombre, cor- tado á la medida del corazon de Dios, pierde su reputacion por las murmuraciones y calumnias de su mal hijo Absalon; y ya: Factus sum in parabolam , confiesa él mismo (b), ya era , dice , el asunto de todas las conversaciones : ya era el objeto delos ociosos , que sentados á las puertas de la ciudad, se entretenian con.mis dicterios : Adversús me susurrabant qui sedebant in porta; y ya , finalmente , era el hazme reir y el blanco de las cantinelas de los borrachos : hasta en las ta» (a) Eccli. e. xux. v. 19 (b) Psalm. Lxvm. y. 12.

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