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124 SermoN V, baxad de ella tantos millones de siglos como ángeles y bien- aventurados hay en el cielo , hombres y mugeres en el mun= do , demonios y condenados en el infierno , nada dismimuireis de su interminable duracion. Decid lo que quisiereis de ella, repite san Agustin , nunca explicareis la esencia de la eter- nidad. Supongamos , con san Buenaventura , que un condenado derramára una lágrima de cien en cien años, de mil en mil años , y que ella se conservára incorruptible por la virtud di- vina : ¿quántas tuviéramos en el dia si Cain, que fué el pri- mer hombre que sepamos se condenó , las hubiera llorado de este modo? ¡O qué horror! Desde el principio del mundo hasta este dia aun no tendriamos siete lágrimas. ¿Quánto tiem- po pues seria menester que pasase para formar un arroyo con estas lentas lágrimas? ¿Quánto para formar un rio? ¿Quán- to para un mar? ¡Ay , ay! El entendimiento se aturde , y se confunde con sumas tan inmensas de años y de siglos. Sin em- bargo , nada de esto seria la eternidad. La fe divina nos ense- ña que vendrian siglos, en que con aquellas lágrimas se po- drian formar rios y mares con tanta inmensidad de aguas co- mo los de ahora: que vendrian tiempos, en que-llegarian 4: ser un diluvio universal como en los dias de Noe : que vendrian años , en que aglomerándose montes sobre montes de lágri- mas, subirian hasta el cielo, ocupando todo el inmenso espacio de los ayres : que vendrian siglos , en que fuese menester que Dios criase nuevos espacios. ... ¡Pero ay! que la atencion se pierde : las potencias del alma se confunden ; y la aritmética ño encuentra números para sumas tan multiplicadas de años y siglos. Y con todo, nada de esto es la eternidad. Despues de estos millones de millones de años , despues de otras cien mil millones de millones de veces que se repitan estos siglos, el fuego del infierno estará vivo para arder , los demonios ¡n=

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