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93 SermoN IV. hasta en las doncellas, hasta en los niños mismos se advierte un descoco, una libertad, un desahogo reprehensible en la ma: nera de presentarse, que evidentemente demuestran llevar en su frente las señales mas claras de la incontinencia, aun en una edád en que debiera ser su propio carácter el retiro, el pudor y la pureza: creedme fieles, que es forzoso levan= tar la voz, no avergonzarnos de prohibiros lo que os pre= ciais hacer, y que os digamos con la santa libertad de nues- tro ministerio , que aquel Dios que en el sagrario adora y venera nuestra fe , ha de perder eternamente al que man- cha su cuerpo y su alma con el pecado de la impureza. De este pecado, «pues , como el mas opuesto 4 los limpísimos “y purísimos ojos del Señor: de este pecadoá quien ha castigado su Magestad en todos los: siglos con la mayor indignacion y severidad, verificándose en él muy particularmente las formidables palabras del Profeta, que sirven de asunto á mi sermon: Zram Domini portabo; quoniam peccavi : es decir que experimentarán sobre sí: la ira de Dios con todo género de castigos los que pequen deshonestamente. De este pecado feo, vuelvo á decir, es de quien vengo á hablar en esta tarde , aunque sea con la mayor repugnancia mia, por haber de tratár de un asunto tan abominable en tan limpísimo sitio. Almas puras, dad gloria á Dios, bendecid su. santo nombre , y huid- de un pecado que corrompería vuestro cuerpo, mancharía vuestra alma, y de hijas muy- amadas de Dios, os transformaría en viles esclavas de Satanás ; Fugite for» nicationem (ay: huid la deshonestidad , os diré con-el apóstol san Pablo, aunque yo no: me «presento en esta tarde á hablar con vosotras , pero sí os suplicaré que hagais (a) Epist. xD. Paul. ad Cor, e. vr. y; 18,

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