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id y la tos sin cesar la mortifica, Ella, ni se retira de las clases, Ni suprime la guardia un solo día; De la comunidad sigue los actos, Y ora en cruz largo tiempo en la capilla. Pero pasó el calor, vino septiembre, Las tristezas de otoño al fin se inician, Y cuando los paseos y alamedas Inunda el viento de hojas amarillas, El mal se recrudece de la joven, Y á guardar cama sin piedad la obliga. Grandes fuentes abrieron en sus brazos; Al costado cantáridas le aplican; Y aunque la tos se alivia y la ronquera, La tenaz calentura no se quita. Parece delicada planta exótica Á quien trasladan al opuesto clima, Y triste en el fanal del invernáculo, Apenas brota la incolora hojita, Se seca, y vuelve el tallo macilento Á inclinarse á la tierra con fatiga: Así el otoño y el invierno pasa, Cayendo y levantando la novicia, Sin que ningún medicamento logre La enfermedad vencer que la aniquila; Y, de consuno ya, dicen los médicos - «Que no puede sanar... porque está tísica.»

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