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De amante congoja, Y, lívida y yerta, Al fin se desploma. Apenas su cuerpo Cayó en las baldosas, Socórrenla al punto Novicias y monjas. Tras breves instantes Sentido recobra, Y. abriendo los ojos, Miró á la Priora, Y exclama en voz alta: —¡Ay Madre... qué gloria!...— En patio entoldado Con hiedra y frutales, Muy próximo al coro, Do aromas esparcen Moradas violetas Y hermosos rosales, La monja que ha poco Cayó casi exánime, Á un poyo muy limpio De pórfido y jaspe Conducen soíícitas Novicias y madres. Convulsa la enferma,