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E Fray Diego á todas escucha Con indecible paciencia; Y, antes que le toque el turno Á la pobrecita lega, Recibe apremiante orden De marchar á toda priesa Á la ciudad de Granada, Donde el Prelado lo espera. Apenas oye el aviso, El confesonario deja Y, cogiendo el breviario, Marcha do el deber le ordena. De contratiempo tan duro Sólo á la monja consuela El que no tuvo en la Cruz Do reclinar la cabeza... Mas un día, antes de Vísperas, En la quietud de la siesta, Cuando sor Ana, extasiada De su Dios en la presencia, Oraba con gran fervor En la pobre y tosca celda, Mientras su espíritu exhala Hondos suspiros y quejas Por la triste soledad Y amargura en que se encuentra, De sol al vívido rayo