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AN:E — 1 29 : e. p EY nmanso, los pies le 2 Doblando las dos rodillas. Fray Diego le echa su manto De las astas por encima, Y él brama y muge quedito, Como quien gime y suspira: Breves momentos después El fraile lo bendecía, Encargandole no hiciera Más daño en toda su vida. Á la par, los corazones, Que emocionados latían, Prorrumpen en grito unánime: «¡Viva nuestro santo! —¡Vivaaa! » Todos los espectadores, Con frenética alegría, Al ver prodigio tan grande, Lloran de entusiasmo y gritan; Y el infeliz descreído Que del error era víctima A los pies del misionero Depone su audaz perfidia: —¡Padre, perdón!—exclamaba; - —¡Padre, perdón! —repetía: —HEscuche la confesión De este alma arrepentida. — Y ante milagro tan magno,

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