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$ * me bro á que se adosan, que 'nunca encuentra el lector, por mucho que se afane en buscar y re- buscar bellezas, tantas como el prologuista le dió á entender. Por eso,.y sólo por eso, que no por humildad, nunca he querido prólogo ajeno para las menguadas obras de mi pobre caletre. Y ya tú ves, ¿voy á querer ahora para otros lo que nunca he querido para mí? Eso sería... todo lo que tú quieras, menos la justa medida que nos ha puesto en la mano el Evangelio, Por otra parte, ebaplauso, si no ha de ser tan contraproducente como el del cerdo de la fá- bula al baile del 050, es menester que proceda de un maestro; y ni yo soy otra cosa que un pobre discípulo que aún no ha salido de los pa- lotes, ni, aunque fuera maestro, lo de magister disit está ya tan en boga ni es fallo tan inape- lable como'en los tiempos de la cultura griega. Hoy en todas las cosas, y más que en otra al- guna en asuntos de letras, no hay más árbitro ni juez que el criterio privado del lector. Halle éste en el libro lo que ha ido á buscar: que en- tonces no habrá menester prologuista que se lo encomie. Pero, por lo contrario, busque y no encuentre lo que anda anhelante y desasose-- gado por hallar en él; y entonces se desquija- - rará á fuerza de bostezos, y se le caerá de las + E ! LA A A Pi y 4 STR Pon a da as ¡ea Ste A de he a E 2 $3 Su] y + E EP Pi qe e : EN jes dl + A a eEEA E qe teE 7 RO A Ss y e E Ao O EE Le Eee: x dE o a AAA 4, y 8 A id E py OS + SÁ o a á > HE e pe sl e ER Pd > 5 sd Ud dl -i A Po pe A o : Pz » í A - Pa . > y : e >" . . y y E: Pe FER E Ta, Ear ¿ee A bd ; a ES — — , rx É- e e a - > e

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