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Con famígera lazada; Y turbados sus sentidos Por el placer que le embarga, Exclama en deliquio dulce Con frases entrecortadas: —¡Fesús...! ¡Esperanza mía! ¡Vida...! ¡Vida de mi alma! ¿Es posible que mis manos Sirvan de trono á tus plantas? -— Y el Niño, amante, responde Con hechiceras palabras: —Sí, Diego, tú eres mi trono; Yo... la vida de tu alma. — Dice tradición piadosa, Por místicos aceptada, Que en aquel supremo instante Quiso la Trinidad santa Participara fray Diego De la impresión de las Llagas Con que el Serafín de Asís Tuvo la carne sellada. Ni la tradición negamos, Ni podemos comprobarla. Lo que es cierto es que el Dios Niño Á fray Diego acariciaba... Y prodigándole amante

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