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952 MES DE SATIEMBRE delitos tuyos y de todos los hombres. Mira que Dios, Jesucristo y las criaturas te sentencian. Dios te senten- cía, porque habiendo determinado en el consistorio de la Santísima Trinidad que la segunda Persona encarnase para que Dios se uniese al hombre y lo redimiese, des- precias esta copiosa redencion y su santísima ley, y sigues la voluntad del pecado, porque estimas mas el vil delei- te que el mismo Dios. Te sentencia Jesucristo , porque desprecias su amor con que padeció por tí; desprecias los acerbos dolores de su pasion y muerte. Cuando el hom- bre peca, hace una cosa que parece imposible. Al Apos= tol San Pablo le pareció que, despues.de haber padecido Jesucristo por los pecados de los hombres, ya no' habria mas pecados. (Ron. 3.) Y asi exclama Santo Tomas de Villanueva: ¡O infinita audacia del pecador, qué despues de un tal espectáculo no se horroriza de pecar! Conoce, hombre , dice el P. San: Bernardo, cuan graves son las llagas por las que fue necesario que Fesucristo fuese lla- gado. Pues este Señor te arguirá con sus beneficios, y te condenará por tu obstinación :é ingratitud. Tambien te acusarán y condenarán las criaturas. “En aquel dia, di- ce el P. San Juan Crisóstomo , nada hay que responder, en el cual el cielo, la tierra, el sol, la luna, los dias, las noches y todo el mundo estarán en contra de los pecado- res.» El sol, de cuyas luces te valiste para pecar; la tier- ra, cansada de sufrir tus iniquidades; el fuego, á quien excediste en el ardor de tus torpezas, no dejando especie de lujuria que no cometiste ; el aire, que llenaste de ju- ramentos , palabras torpes Sc.;.el agua, que hiciste cá- mino á tu avaricia, sin acordarte de socorrer á los po- bres ni dar nada á los templos ni 4 obras piadosas, antes por el contrario empleabas tus intereses en alimentar tus pasiones. Las casas de juego, el oro , la plata, el vestido, hasta las piedras, ( Habac. 2.) los templos, las calles Be, todo acusará tus torpezas, tus escándalos, tus indecen- cias, tus adornos provocativos, en fin todos tus pecados Sic. Pero aun hay remedio: lloremos nuestros pecados,

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