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26 sables: piedad, ciencia y prudencia. La piedad, para que su ejemplo estimule á los súbditos á la observancia regular; la ciencia, para instruirlos y saber apreciar sus acciones, y corregirlos, si hay necesidad, resolver sus dudas é inculcarles el perfecto cumplimiento de sus obligaciones, ayu- dándoles con oportunos consejos; para todo esto necesita conocer, no superficialmente, la sagrada Teología, Derecho canónico, nuestra santa Regla, la Ascética y Mística, etc., etc.; y por último, ne- cesita la prudencia con que se dé cuenta del es- tado de los asuntos y vea en cada uno los me- dios más conducentes para “la obtención de un buen resultado; la prudencia lo mantendrá en el justo medio para no propender ni á la demasiada severidad ni á la excesiva indulgencia, y comu- nicará cordura y moderación á sus obras y pala- bras. Quien se halle adornado de estas tres cua- lidades, es sin disputa apto para el desempeño de una Prelacía, y por el contrario, quien de ellas esté desprovisto, es ciertamente indigno. Y por- que hoy, tal vez con mayor necesidad que nunca, y porque así lo exige la malicia de los tiempos, el Superior se ve precisado á tratar frecuente- mente con seglares y acaso con los propios ene- migos de las familias religiosas, prefiéranse, en cuanto sea posible, para Prelados los que realcen las prendas enumeradas con inteligente laborio- sidad, modestas, á la par que delicadas formas en el trato social, ardiente celo por la salvación
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