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CAPITULO TERCERO. es la vuestra, y qué maldad es la mia! ¿Vos habeis de pagar con tantas penas las deudas y que yo conmis gustos be contraído? ¿Vos siendo el ofendido , babeis de satisfa- cer los delitos , que yo con mis deleytes be cometido? Sec. Miéntras dure este movimiento y a> feCto , obrará la voluntad con los aétos de amor , de contricion , de humildad, Sc. Mas si se va disipando aquel fervor, volverá el Novicio á repetir la medita- cion, discurriendo asi: Un Dios , que es Rey poderoso , que es sumamente bueno', que es mi Padre, Sc. (aquí se pueden añadir los atributos del Señor que padece ) su- fre cruelísimos azotes de duros cordeles, de espinos , de cadenas de bierro por ma= no de seis fierísimos Verdugos en tiempo de intenso frio, sin abrir la boca para la- mentarse, Sc.( aquí se descubre sobre las circunstancias que hicieron mas doloro- soel paso quese medita ) y todo lo pa- dece por mí, que soy tan vil, tan desa- gradecido , y tan lleno de aborginables pe- cados. Sc. Ahora piensa el Novicio las circunstancias de miserias y culpas que —Concurren en sí mismo, Concluido cste

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