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CAPITULO TERCERO. e grande Magestad , hará un aéto de ado- racion , diciendo : .4doro , Señor , bumilde y postrado vuestra grandeza ,teniendo in- tencion de cumplir aquel primeroy gran precepto, que dice: Dominum Deum tuum adorabis. ? En tercer lugar, se considerará allí como delante de aquel gran Señor, de donde sale como un rio de beneficios hácia su corazon , mirará que él le ha €riado de la nada , que le ha conservado la vida , quando sus culpas mérecian la muerte : que le ha traido á la Religion, dándole inspiraciones santas para ello, quando se hallaba tal vez mas ciego-en ofender al mismo Dios. Aquí, como'ad- mirado el Novicio de tan infinita libe- ralidad para con un alma tan descono- -€ida , se movera á deseo de alabar á un Dios tan bueno. Y considerando que in- numerables Ángeles le alaban en aquel mismo instante en el Cielo, y_tantos justos en todos los Templos del mundo le están cantando loores, como juntán- dose con ellos dirá : Zaudate Dominum omnes gentes, Sc. Aláberte, Señor , todas las criaturas : Bendito sea vuestro Santo Daz

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