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CAPITULO SEGUNDO. nos el tu Reyno , con ansia de que el Po- dopodero le dé ahora su gracia , y des- pues la Gloria. Miéntras dice : Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo; ofrezca en-su corazon no hacer cosa al- guna contra el querer divino. El pan nues- tro de cada dia dánosle boy , debe decir es- to con deseo interior , de que le dé el Se- ñor lo que necesita de presente para vi= vir , renunciando todo lo.superfluo. Per= dónanos nuestras deudas , así como nosotros perdonqmos á nuestros deudores, esto lo pronunciará con dolor de sus culpas , y perdonando con caridad los agravios re- cibidos del próximo. Al decir : No mos dexes caer en la tentacion ¿mas líbranos de mal, presentará á Dios interiormente a- quella tentacion que mas le molesta , y aquel mal que mas le oprime, esperan- do el remedio. Rezadas de un modo semejante esta y otras oraciones vocales, son muy bue- has, y sirven para aliviar las potencias Interiores , que no siempre pueden estar - fixasen la meditacion, y evitar algun te< - dio que suele engendrarse en el espíritu: mas de esto, el mismo Aios que crió

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