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CAPITULO PRIMERO. 23 mienda. Este miedo es sin fundamento; pues el Maestro por lo que sabe en la con- fesion de un Novicio, ni le puede morti- ficar ni hablar jamas palabra : de modo, que aunque por la contesion supiera que el Novicio era un ladron famoso , no po- dia dexar de profesarle , sino habia algun otro impedimento público. Y si un No- vicio al verse reprehendido ó mortifica= do, juzgase que era por lo que le oyó el Maestro en la confesion, cometeria un grave delito haciendo un juicio tan te- merario, como tenerle por un hombre sa- —crilego y desalmado. Tampoco tiene fun- -_damento la vergienza de repetir en las ' confesiones los defeétos ya otras veces co- metidos y confesados , como si el Maes- tro hubiera de extrañarlo. Christo nues- tro Señor dixo á San Pedro, que perdo- nase las culpas hasta setenta veces sie- te, conociendo que habian de recaer Jos hombres en ellas una y otra vez. Las ten- . taciones llueven cada dia , ¿qué mucho se repitan las faltas ? Siempre se hace buen concepto de quien vuelve á buscar con Arequencia el remedio de sus males, pues ss señal de que desea eeS de ellos.

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