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CAPITULO SEGUNDO. . ER na cosa. ¿Qué se dirá de un hombre, que tiene muy guardado y respetado en su casa un Crucifixo de oro, y á los que son de madera les pisa, desprecia y ar- rojaá la calle? Se dirá , que es infiel, pues no aprecia aquella imagen de oro por lo que representa”, sino por'su pre- ejoso metal. Los próximos pues son imá- genes de Dios: quien solo estime y res- pete á los amigos , á los que tienen ge- nio afable y liberal, despreciando á los demas como imágenes , digámoslo así, de madera, no tiene verdadera caridad; pues ama las imágenes por el material de que se componen , no por lo que repre- sentan , que ha de ser el motivo de este amor del' próximo, Lito Ha de ser esta caridad bien ordena= da; esto es, primerose ha de socorrer al próximo mas necesitado , que al qué lo está ménos ; primero se ha de ayudar en las necesidades espirituales ,”que en las corporales ; y en-igual peligro, espe- cialmente espiritual, primero ha de cui. dar uno de sí, que de'los otros. Por lo que hará«un aíto mas heroyco dé cari- fraterna, quien exhorta á sus próxi- FRA

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