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76 DIA SEPTIMO zelo no la escardan , y limpian de los vicios : y con que han dicho Misa , rezado con mil distracciones el Ofi- cio , y hecho algun otro servicio, piensan que han lle- nado ya su ministerio? ¿ganado el jornal? ¿y trabaja- do hasta merecerle de justicia? ¡Oh error! ¡Oh necedad! ¡Oh alucinacion! r6 Borrese, dirá indignado con muchos el Padre Celestial , y dueño de esta Viña , ese Eclesiastico inu- ul.de mi Clero. Vaya fuera de la tierra de los Santos ese Sacerdote perezoso , que la ocupa tan inutilmente. Arrojese 'al fuego ese sarmiento seco. Cortese esa hi- guera estéril luego al punto. Aten a ese siervo perezo- so pies, y manos , y arrojenle á las tinizblas exterio- res: ¿para qué ha de tener lugar en mi Iglesia un Mi- nistro, que si no hace mal, no hace bien alguno en ella? 17 ¡Oh , Padres amantisimos! registrad los Anale- Edlesiasticos, y luego me direis y si habeis encontra» do algun Eclesiastico Perfeéto , que haya subido a la perfeccion por tales pasos. ¡Ah! que si aquellos con quie- nes voy hablando , leyeran esos libros, acaso tropezá- ran con un Pasqual segundo de quien se lee , se estaba muriendo, y trabajando. Con un Ivo Carnotense , quien, aun trabajando en su Iglesia infatigablemente , decia; que si algun instante de tiempo se le iba en los nego- cios temporales mas precisos , le faltaba para el.cum- plimiento de el Ministerio Pastoral. Con un San Gre- gorio y quien. casi siempre enfermo y y ocupado en el gubierno de la Iglesia, produxo tan altos libros para ilustrarla , y enseñarnos 4 nosotros quán incansables debemos ser en los trabajos proprios de nuestros minis- erios : 9 por lo menos encontrarian con un Santo To- más de- Aquino , que aun estando con la enfermedad ya ultima explanó el libro de los Canticos. »

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