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62 Cartas DEL Beato DieEGO Aunque acabé los ejerciciox el sábado día dos por la noche. ó el tres por la mañana observando el método de nuestro Capuchino retirado, no pude escribir á V. el correo inmediato por ocupación es- pecial que me lo impidió. Quisiera saber darle á V. cuenta de mí; pero estoy tal, ó es tanta mi oscu- ridad y ruindad que no sé qué hacerme; Dios haga que en lo que dijere no canse á V. y que me en- tienda. Desde que prineipié los ejercicios me hallé sin ¡a repugnancia que en todas las demás ocasio- nes he tenido; me propuse por fin y fruto de eilos la reforma de mi vida y el pedir 4 Dios mi conver- sión verdadera. Esto ha sido lo que únicamente he rogado al Señor y el asunto que en casi todas las cuatro horas de oración de los ocho días primeros me hacía clamar con abundancia de lágrimas, sin salir de aquí. En medio de ellas he notado una insensibilidad interior contínua, y con esta se fijó en mi mente desde los primeros días la terrible sentencia de la divina Escritura: Quem ille despexerit, nemo corri- gere valet: miraba en mi todas las señales de este justo abandonado de Dios; pero gracias á su bon- dud, jamás me ha tocado la desconfianza en su mi- sericordia. Armado de ésta argiiía á Dios de mil mo- dos para que me concediese lo que solicitaba; pero siempre me quedaba como antes. No he podido for- mar un solo propósito de asunto alguno, pues todo, todo ha sido pedir lo dicho. Solamente en un día me vino deseo de negarme á tanto tropel de cartas, y negocios exteriores que me abruman y estorban, y como que me parecía sería bien separarme del ministerio si me lo permitiesen; porque veía con evidencia que no soy para él. Los sentimientos del conocimiento propio han sido muy profundos y cla- ros, sin que yo pueda expresar hasta donde han

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