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Año 17184 Dl función por el terremoto. No pude encontrar especie alguna para predicar, y ya una hora antes, hallán- dome con la angustia que se deja entender, volvi á clamar á Dios que mirase por su causa y m0 inspi- rase lo que quería dijese: en efecto, fuí singular en todo el sermón. Volví al Convento y al quitarme el santo Cristo (1) que suelo llevar al pecho, percibí como una voz interior, pero dulce, que decía; ¿Qué tal? ¿No lo he hecho bien? ¿Nome da las gra tas? En- tendí mi groseria Y qué mi pedía el Señor aquél pre: ciso tributo ó reconocimiento que me hizo tirarme á tierra y darle las gracias que pude. Mi difunto Pa- dre González aseguró había sido aviso del señor Angel Custodio. Finalmente, después de haber muerto su mer: ced, llorando yo mi desamparo, y temiendo mi sole- dad, me pareció miraba á mi pobre alma en figura de una niña de dos ó tres años, que estaba en medio de un campo, sola de quien la defendiese y rodeada de varios hombres feroces en su aspecto y en su 1 Este precioso crucifijo lo posee hoy en Ronda D.2 Jo sefa González. Es el mismo que llevó el célebre misionero en sus largas tareas apostólicas dejándolo al morir á la señora D.a Antonia Herrera, dueña de la casa donde paraba, y espi- ró, en testimonio de gratitud, como asegura su biógrafo y director espiritual el P. Alcover, en la Vida que dejó escrita del Beato. La cruz mide de 0,32, por 0,9 centímetros, y el crucifijo es de verdadero mérito artistico. Está dorado á fuego habiendo desaparecido el oro, en gran parte de Jas piernas, torso y brazos. A continuación ponemos una foto- tipia para que mejor pueda apreciarse. Lu afortunada poseedora de tan singular reliquia tiene la bondad de entregárnosla apenas llegamos 4 Ronda, y en nuestro poder se conserva mientras permanecemos en aquée- lla Ciudad. Por esta razón hemos tenido el consuelo y tam- bién la confusión de predicar mu: has veces con el santo erucifijo en el p cho á usanza del gran Apósto) de Anda'u- cia. 8

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