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Año 1800 549 brosa, la precisa para ver una sala pequeña por donde me paseaba con bastante tristeza y deseo de ver á Dios; de cuando en cuando se me presentaba allí Ntro. Señor Jesucristo, en la forma con que an- daba en su santa predicación, é inmediatamente me arrodillaba á sus santísimos piés, hecho un mar de lágrimas, y tan encendido en su santo amor, que aun dormido lo advertía y le pedía que me perdona- se y me concediese su vista bienaventurada; porque se me hacía presente que aquel era el purgatorio, en sola la pena de daño; en estas veces que creo fueron tres, sólo en una se detuvo su Majestad y me permitió llegar á sus santísimos piés un brevísi mo instante; mas ni en ésta, ni en las otras, me ha- bló una sola palabra, ni mudó de semblante, de majestad y soberanía, Alguna vez me parecía que estaba acompañado de una ó más almas; mas éstas prontamente desaparecen. En otra ocasión, también dormido, se me repre- sentó un estanque de agua negrísima, como tinta, frigidísima y hedionda, entendiéndolo así por cono- cimiento, no por experiencia. El estanque estaba cerrado por arriba y por los lados con una luz más tenebrosa que la anterior, pero que dejaba ver lo terrible de aquel sitio, y cuánto tormento sería pa decerlo aunque fuese pór corto tiempo; pero mucho más por toda la eternidad. No ví ní entendí que en él hubiese persona alguna; mas sí que era como agua viva, que estaba en continuo movimiento. Ahora que estoy escribiendo esto, reflexiono que en el primer sitio me paseaba cun el hábito de Ca puchino, y en este segundo, me parece que estaba vestido de color, y sin ver ni entender quien me lo enseñaba. ¿Qué será esto, P. mío? ¿Hará esto relación al Obispado de Cádiz para el que escriben de Madrid
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