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NET 542 CARTAS DEL BEaTo DIEGO aprovecharía en la perfección lo que por mi culpa- ble desidia no aprovecho. Esta misma me reproduce la necesidad de la oración para el santo ministerio de la predicación que se me prepara, trayéndome muy frecuentemen- te á la memoria la espada sin puño con la voz: Esa es la predicación sin la oración. Cada vez que predico se aumentan este conoci- miento y estos deseos, pareciéndome poco el unir entonces mi voluntad y mi alma, con la de Nuestro Señor Jesucristo en el acto y fin de su predicación. Me parece inútil lo siguiente; no obstante lo digo á V, por si para algo conduce, El religioso con quien aquí me confieso, que es bastante docto, muy práctico en el confesonario y un contínuo ejercicio en la dirección de almas, me ha referido que una de. singular aprovechamiento que dirige, asistiendo en su iglesia en la ocasión de dos sermones, que he predicado en ella, uno el día de Nuestra Madre del Carmen, y Otro en el de Nuestro Patrón Santiago, vió en el primero que al tomar yo la bendición en el altar, parecía otro muy diferente del que soy, como lleno de luz ó de los dones del Espíritu Santo; y que predicando salían rayos de luz con las palabras, que llegando á los corazones de los oyentes, rechazaban en los más, de- jándolos en su fealdad, y eran muy pocos los que al tocarles, se dejaban penetrar tanto de su luz, que con ella quedaban bañadas sus almas y hermosas como Angeles, En el segundo vió que las palabras, que pro- nunciaba en el sermón, unas parecían llamas, otras tenían figuras de saetas encendidas; y que en los oyentes sucedia lo mísmo casi que en el primero. Es- to no sólo me hace titubear de su verdad porque me conozco, sino que me llena de miedos grandísimos
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