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524 CARTAS DEL BEaATO DiEGO Me parece que estoy resignado con la voluntad de Dios, y con alguna indiferencia para la enferme- dad ó la salud; su Majestad me la conceda perfec- ta para que en nada me separe de su divino querer, En lo demás sigo sin novedad; siempre insensible, disipado y sin fervor Deseo que haya V. tenido muy felices Pascuas y que siga gozando la mejor salud con mi venera- do abuelo y bendita hermana á quienes dará mis expresiones, como para V. las dan estas sus nie- tas. Me repito de corazón á su obediencia; le pido su santa bendición y s:us devotas oraciones, mien- . de Granada. Ni le va en zaga á la célebre terciaria dominica Sor María Antonia Tirado de Jesús, y puede equipararse á la estática M. Oppe, y al observantísimo P. Ortiz, carme- litano. Muchas almas grandes y extraordinarias hubo en el si- glo XVIII, más no sabemos si alguna le ganó en santidad á esta gran sierva de Dios cuya profunda humildad, igual á la del preclaro P. Javier González, nos ocultó los riquísimos dones que posela su alma pura y candorosa. En la oración, que era larga y ferviente, tuvo muy sin- gulares revelaciones como lo demuestra la carta, que da margená esta nota, Es de lamentar que ni de esta insigne religiosa, ni de otras de vida notabilísima de su tiempo, haya biografía com- pleta, porque estos ejemplos de quien, como nosotros, sin- tieron y sostuvieron la furiosa lucha de las pasiones, y vi: vieron en el mundo y en el claustro, son estímulos podero- sos que incitan é impulsan al bien teniendo que decir con 5. Agustín: Et tu non potest quod iste, et iste? ¿No puedes tú lo que este y aquel? Hoy sería difícil y acaso imposible completar dichas bio grafías pues, los franceses se llevaron, incendiaron y des- perdigaron preciosos autógrafos dejando para siempre mu- tilada la historia de España en aquella época desdichada. Esto aparte de los incendios y saqueos del pasado siglo tan funestos, como la rapiña francesa.

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