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AAA 512 Cartas DEL Bearo DreGo Nada tengo que decir á la inteligencia que da usted á mis sueños doctrinales, en los que me pare- ce debo, para mi seguridad, manifestarle la que á mí se propone que totalmente depongo y desprecio luego que V. meavisa de la suya. Bien, que vivo persuadido á que me repiten los avisos para que el asunto de mi muerte jamás lo aparte de mí por la necesidad de prepararme con anticipación con éste, aquél ó el medio que V. ó los prelados me dispongan. Me parece que con toda verdad puedo decir: Paratum cor meum Deus, paratum cor meum, y que deseo llenar completamente los designios del Señor sobre mí, sean éstos los que fueren, sin preferir unos á otros; porque todos me son igualmente ama. bles y apetecibles, siendo suyos. Suya es esta omuní- moda indiferencia, y si después en el caso de la ejecución flaqueo, es porque luego (1) mi suma mi. seria me hace vacilar la obscuridad de mi interior para conocer en aquel caso qué es lo que Dios quie- re de mí ó lo que me corresponde resolver. El prela- do suele dejarlo á mi arbitrio, ó cuando más signifi- car alguna propensión de su voluntad y esta es mi mayor consternación. No hay tiempo ni arbitrio para consultará V., y aguardo su resolución ó su dicta- men, porque urge dar la mía, ¿qué debo hacer en- tonces? Clamo á Dios y como mi voluntad está siem- pre inclinada á servir á todos, jamás tengo aliento para dar una absoluta negativa para misiones ó predicación de alguna importancia. Deseo, pero no he podido conseguirlo, que el prelado resolviese por sÍ y me mandase donde le inspirase el Señor, pero que veo pretendo en esto un imposible. (1) Este advervio no está en el original y sí otra pala- bra inteligible,

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