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Año 1784 29 que cometo más yerros, que palabras les digo. A esto se agrega, que no soy capaz de explicar ó de- finir lo que es el espíritu, genio y condición ó situa- ción de cada una. (1) El número de todas es corto, en rigor son las tres religiosas que han escrito á V.; las dos desde Málaga y la de aquí. La Ines Te- rán en casi todo, y lo mismo otra religiosa cuya conversión en el siglo fué favor que el Señor me hizo en la primera misión de Málaga, y hoy monja Clara en la Paz. En el Conyento de santa Clara de allí tengo otras tres que algún tiempo dirigí porque Dios me concedió su reducción, pero por cosas su- cedidas con sus Prelados que me separaron de ello, procuro excusarme cuanto es dable, aun después que he vuelto, pues no sé cómo asistirlas. De segla- res solo tengo á estas dos señoras de casa, la señora mayor, enferma baldada y viuda, y la más pequeña que es la que escribe á V. y de quien le he hablado antes de ahora y cuya edad es de 31 años cumpli- dos. Su salud sigue con atraso y usando de la con- fianza de que no me ha privado V. por ser mi pa- dre, antes bien la ,creo mas radicada, le digo que V. sabe también desentenderse de lo que no quiere decir: como lo ha hecho en orden á mi cuidado, so- bre la vida de esta enferma; sobre el que observa un profundo silencio conociendo el gusto que tendría 1) Estas expresiones del Beato son hijas de su profun- da humildad. Para convencerse de que era un consumado maestro de la vida espiritual, basta leer las dos notabilísi- mas cartas dirigidas al P. Saucellas sobre cierta cuestión algo intrincada por cierto. En ellas, no solo revela un vasto co- nocimiento de la materia por los autores que cita, sino que entra de lleno en las difíciles cuestiones de la teología mís- tica pulverizando con desembarazo y notable agudeza las ob- jeciones del nombrado P. Saucellas, para lo cual se necesita mucha ciencia y clara luz de Dios. Dichas cartas van in- sertas en el Apéndice, correspondiendo al año 1788.

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