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16 CARTAS DEL Beato DIEGO los deseos mayores y resoluciones más fervorosas de mi reforma. El gOZO, la dilatación, generosidad de espíritu, amor, humillación, aprecio, agradeci- miento á Dios y á los que la promueyan, los deseos, la paz interior, el ardor, y los saltos de corazón, el juzgarme con ellas sobradamente premiado, la espe- ranza de mayores bienes, con otros diversos que la misma abundancia no me deja expresar, me ha he- cho cobrar no pequeña confianza de que aun no es- toy abandonado de Dios como lo merezco, y de que aun no me han colocado en el número de los répro- bos: que sé yo, padre mío, hasta donde llega lo que mi alma experimenta con estos felicísimos anuncios. Permítame V. le diga es este uno de los testimonios visibles que el Señor me da de ser V. el legítimo su- cesor de mi difunto padre; pues habiéndole su Ma- jestad dado tanta luz sobrenatural para prevenirme con mucha anticipación de lo que me espera, con la reflexión de que cuando llegase este tiempo ya no viviría, y que Dios proporcionaría otro que me asis- tiese según que lo necesitaba, lo veo puntualmente verificado, y con iguales maravillosos efectos, enton- ces y ahora. Las tentaciones sensuales (1) que me amenazan, son las únicas que me hacen temblar porque con mi suma fragilidad les he cobrado un miedo tan grande, que gustoso abrazaría cualquie- ra otro trabajo, por libertarme de este enemigo: pe- 1) Yo May que confundir el sentir con el consentir, dijo el Venerable Capuchino Fray Manuel de Jaen. De lo primero no podemos librarnos, de lo segundo sí. El sentir, lejos de ser pecado, es la base del acrecentamiento de nuestras obras meritorias. Connatural es al hombre sentir las pasiones, y nadie podrá ser casto, sin el auxillio poderoso de Dios, se- gún afirma Salomón en el último versículo del capítulo octa: vo de la Sabiduría, El mismo Jesucristo tuvo pasiones, si bien rectísimas y de un modo diferente que nosotros, como enseñan San Agustín y Santo Tomás. El Beato Diego nos

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