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Año 1784 15 nos, para que la guíe, como, y por donde su Majes- tad la inspire, pues estoy seguro oigo su voz en la de V. Para lo que sobre su práctica V. me encarga, no juzgaba preciso el noticiarlo á mis Prelados: por- que su licencia no es necesaria; mas no obstante, porque V. lo dispone, se lo diréá mi Prelado inme- diato cuando llegue al convento y saldremos de ese cuidado. Las cartas vienen á mí seguras, yendo á los pue- blos donde estuviere, mas si V. por lo que sepa y conozca sabe que tienen peligro, yo le uvisaré del modo con que haya de venir la segunda cubierta; por ahora mientras estuviere en Málaga, pueden ve- nir al Reverendo P. Fr. Serafin de Jaén predicador y Guardian de aquel Convento, donde discurro estaré para la respuesta de esta, aunque sea á correo tirado: yo las pondré como V. me lo previene. He leido, P. mío, los gustosos (1) anuncios de mis futuras tribulaciones, (2) que V. me asegura; y no sabré decirle hasta donde han llegado sus efectos, Ellas han sido siempre tales para mí, que sola su consideración basta para moyer mi insensibilidad ú (1) Así dice el original. Creemos que quiso decir los gra- tos anuncios (2) Las amargas tribulaciones á que se refería el P. Alco- ver llegaron bien pronto. Los enemigos del insigne misione- ro levantaron ruidosas y amañadas protestas llevándolas hasta el trono del Rey, acusándole de transgresor de sus mandatos, tomando pié para ello de un magnífico sermón que predicó el Viernes santo en la Catedral de Sevilla el año 1784. Un tanto créduloel Rey, mandó fuese desterrado el Bea- to de la Archidiócesis de Sevilla, saliendo en efecto para Má- laga á cumplir su condena á pesar de su inocencia. Tal tribu- lación, muy propia de los santos y amigos de Dios, sirvió para que sus virtudes brillaran con más crecidos y vivísimos resplandores de santidad, como se ve en esta y otras cartas del gran Apostol de Andalucía.
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