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— 92— Mas como esta vocación que por los efectos conocen los Prelados, y antes de verlos yo conocía, porque V. P. me la confió, no es fin sino medio para conseguir la fi- nal, que es ser Capuchino, observante en el tiempo, y Santo en la eternidad; yo la sé y los Prelados la deben suponer, previniendo que se ame y procure el retiro por algún tiempo para desempeñar mejor el ministerio, me- díoy asegurar la salvación fin; digo y diré siempre que debe descansar, y procurarse en el modo posible al- gún retiro, por lo que expresé, é insinuo ahora; que este sea no para en él descansar, y gozar las consolaciones de la soledad; no para vivir á sí solo, sino para proporcio- narse más y con mayor luz al ministerio y vocación. En una palabra, para abnegarse, aniquilarse y dejarse sin reserva alguna gobernar de la divina Providencia; siempre preparado á dejar el retiromismo y aun el más intimo familiar dulcísimo trato con el Amabilisimo, lue- go que suene su voz divina, alentada de la obediencia; siempre dispuesto y siempre ofreciéndose con plena indi- Jerencia á sacrificarlo todo al divino beneplácito; siem- pre indeleble en el corazón el ecce ego mitte me...doce me fácere voluntatem tuam, quia Deus meus es tu; siempre muerto ú sí y vivísumo á la más sutil impresión de la gracia de Capuchino, Misionero y Santo. Lo ha de ser todo, (de todo indignísimo) porque quiere Dios hacer resaltar su ( Imnpotencia, su Misericordia y su Bondad en el negro fondo de su indignidad mis- ma. ¿Quién es Fr. Diego para atar unas manos que quieren emplearse por sus secretísimos Juicios en usar de él para los fines y designios que decretó en su eterni dad? Ríndase! rinda su juício, déjese conducir, sirva en uanto le ordene, tenga fe y ame humildisimamente onfiado al que ya le ha hecho, y por qué medio! Capu- hno: ya le ha confiado, y con qué generosidad! el mi- isterio de su palabra; y no dude que, venciendo podero-

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