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ra O amo, y daría por lograrlo las dulzuras de la más al- ta contemplación, sila tuviese. V. P. me dice elija un Convento pequeño, y veo en eso le ha descu- bierto Dios'mi corazón. (Ah Padre mío! cuántos motivos tengo para mirar sus dictámenes como oráculos de mi Señor!) Me confundo al ver, como se acomoda el Señor á mi miseria en lo que por V. P. me enseña, me permite ó me concede. Mas si logro el ponerme á sus pies en esa, le diré algu- nos motivos que ocurren para impedirme este con- suelo. Su Magestad me favorezca, para que no le ofenda. Yo sigo amarguísimo con mi obrar. Una noche tuve un sueño, en que se me propuso iba descami- nado en el modo de mi proceder en el Ministerio; era el enemigo el que me lo proponía, y quedé con bastante horror; yo no sé como fué el sueño, por- que en despertando, apenas hallé memoria de ha- berlo tenido, y por más que he hecho no he podi- do averiguar lo que soñé. Otra noche falté por pe- reza y miedo á una disciplina que me ha concedi- do ó añadido mi Padre Fernández, y luego que me recogí tuve como una media hora unos miedos y pavor tan fuertes, que apenas podía invocar el dul- císimo nombre de Jesús, esto estando despierto: y por dos veces me pareció expiraba. Clamé á Dios; hice los propósitos que después no cumplí; llamé á María Santísima mi Señora, y se fué desvanecien- do aquello. V. P. disponga lo que guste. La Biznieta queda muy reconocida y da á V. P. las gracias y sus expresiones, y le pide sus oracio- nes. Yo pido á V.P. no me olvide en ellas, v que me perdone lo mucho que le canso. Y pues ya no puedo recibir su respuesta porque el día g sal- go para Cabra, le suplico postrado á sus piés me
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