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NOTAS Valiente santazo! Esta es la expresión que acude á los labios cada vez que se lee una carta del Beato Diego. De S. Francisco Javier se cuenta que leía de rodillas las de su P. S. Ignacio; pero el Bro. Diego no solo leía de rodillas las cartas de su P. González, sino que se iba á leerlas delante del Señor Sacramentado; y añade con su gracejo andalúz: Fué á ampararme donde más debía temer. El P. Lector tan llevado y traido en estas cartas, fué el iusigne teólogo, P. Francisco José de Cádiz, más tarde Provincial en 1787, el cual mereció contar entre sus dis- cípulos al Bto. Diego y á otros ilustres compañeros suyos; y como buen Maestro, deseaba que su discípulo se reco- giera de vez en cuando á la soledad, para cuidar de sí, como manda nuestras constituciones á los predicadores. Después de expresar los humildes y fervorosos senti- mientos de su alma, traza nuestro Beato el cuadro de sus trabajos apostólicos para todo el año, y su propósito, de retirarse luego á cuidar de su alma, propósito que no pudo realizar como adelante veremos. Termina diciendo que piensa seguir con la dirección de la M. Josef», porque le sirve más de alivio que de carga; y por cierto que la dirección que sirve no de carg: sino de alivio, no es para dejada. Dichosa Biznieta! que se contentaba conlo que querían darle; y dichosas las otras tres, no pesadas, sino ligeritas, que por serlo, merecieron que tan gran santo siguiera dirigiéndolas. Sirva esto de escarmiento á las pesadas y fastidiosas, y á las que lejos de ser alivio sou carga de los pobres directores. 11

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