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w xy NOTAS Qué frases tan sublimes y qué lamentos tan amorosos contiene esta carta! Padre mio ¿separarme del querer de Dios, cuando toda mi ansia no es otra que hacerme á la medida de su divino corazón?... A serme posible, jamás volvería á sa- lir de un rincón ni á montar el púlpito! Si usted no quiere que yo trate con gentes... ¿necesita de mís que insinu irmelo? Oh corazón magnánimo! desprendido de su propio que- rer y unido solo al de Dios y al de sus representantes! Bendita indiferencia! Eu esta carta insiste de nuevo el santo en su horror á toda prelacía, añadiendo que solo para ellas no se ha!la indiferente, aunque las admitiría, si lo obligaran, Ya he- mos dicho que esta repugnancia instintiva del Beato á to- do cargo era una traza de que Dios se valía para remover obstáculos, y dejarle expudito á su siervo el camino del apostolado. Ahora añadimos que tal vez infundió el Señor en el corazón de su Apóstol ese horror á las prelacías, pa- ra vergúenza, confusión y espanto de los que las preten- den, trabajan por subir.á ellas, y se resisten á dejarlas, cuando lleya la hora. Si todo un Diego de Cádiz creía cierta su perdición, siendo superior; ¿quien se tendrá por seguro en los puestos altos? Muchos que en el llano hu- bieran permanecido firmes, caverou rodando de las altu: ras 4 que las éncumbró su ambición! Por lo que toca á nosotros, hermanos míos, aborrez- camos los cargos, como nuestro Beat> Dieg-; y lej»s de aspirar á puestos altos, huyamos de ellos, excepto cuando la obediencia y el deber nos impongan el sacrificio de aceptarlos, que en este caso sería tan defectuoso rehusar- los, como en el opuesto pretenderlos ó desearl »s.

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