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_— 609— mediana indiferencia sobre mi Predicación y tra- to con las criaturas; tanto, que apetezco el retiro, y lo miro con inclinación, sin que me inquiete ni aun me llame el ministerio de la Misión. Esto era con gran serenidad muchos días antes de recibir la de usted, y aun creo que de escribirle yo: llegó su carta de usted, y este deseo pasó á ser un mirar con horror, y pavor la predicación, trato, etc., en tal grado, que á serme posible jamás volvería á sa- lir de un rincón, ni á montar el Púlpito, En esto, Padre mío, crea usted, hablo lo que siente mi co- razón y que en esto no tendría la menor violencia. Mas quiero manifestar á usted otra cosa, que en mi interior advierto: esta es, que viendo en mí una sumisión y rendimiento inexplicable á cuanto usted me manda, sin el menor disgusto ó inquietud de mi conciencia tanto que me entraría por llamas y cuchillos con intrepidez, y al oir su voz de usted me arrojaría sin detención en un horno encendido, (así, Padre mío, lo siento en mi Corazón y lo asegu- ro con la misma verdad que si estuviese en el tribu- nal de Cristo, ó á sus pies de usted confesando) esto de admitir las Prelacías y cargos de la Religión me causa un cierto pavor y susto interior que no sé expresarlo. Obedeceré á usted en todo, sea lo que fuere, y aún en admitirlas Prelacías, (todo el interior se conmueve y el corazón se de shace) ¿pero qué de- saliento, qué horror es este de mi interior ó de mi espíritu á ese ministerio? No lo entiendo, Padre mio; usted dígamelo. Yole juraría á usted, si estu- viese con la vela en la mano para espirar, que es verdad lo que digo de mirendimiento á obedecer- le en todo, y este modo ó sentimiento del alma en este asunto de las Prelacías. Su voz de usted en es- to no dejaría de seguirla, pero la tendría por senten-
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