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— 66— NOTAS Que carta la precedente! No conozco en el inmenso ar- senal de nuestros místicos incomparables cosa superior ni doctrina más sólida que la expuesta aquí por este va- ron santo, lleno de luz divina en la dirección del Beato Diego. ¡Qué conocimiento tan claro de lo que el Señor quería de su Siervo! Qué eficacia para persuadirselo! Qué modo de entender las sutilelezas del amor propio y las as- tucias del enemigo! Qué manera de prevenir los peligros! Qué penetración de los designios de Dios sobre su envia- do! Con qué dulzura le reprende, y loinclina á la soledad, á la santa indeferencia y al completo abandono en manos de Dios y de la obediencia! Cou cuánto imperio le manda! Con qué gracia lo humilla! Con cuánto celo le echa en rostro su apego al ministerio? Ya la misión engrie..... No más Cádiz! etc. Dichoso Fr. Diego! que tuvo un Padre tan Padre y tan interesado en su aprovechamiento! Y si un santo tan santo como Diego de Cádiz necesitó consejos, alientos y reprensiones para no errar ni desani- marse, ni caer en su camino; ¿quién será tan soberbio que crea no necesitar nada de eso para llegar felizmente al término de su vocación? Nuestro corazón se apega insen- sible y fácilmente á las cosas de la vida, y si estas son es- pirituales ó santas se apega mucho más: y este apego pue- de ser una rémora y hasta un obstáculo que nos impida llegar á la santidad; porque Dios quiere el corazón de los suyos muy desasid ode todo, desprendido hasta de su pro- pio querer é íntimamente unido al querer divino, en cuya amorosa unión está el principio, medio y fin de la santi- dad. Quien entienda estas verdades altísimas no extraña- rá que el P. González diga al Beato Diego, que se arranque y deje por algún tiempo la dirección de la Biznieta, y de todas sus dirigidas de Málaga, pues primero es su propio aprovechamiento que el de las que, con alguna instruc- ción de lejos, y un buen confesor de cerca, pueden aten- der al suyo.

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